Wednesday, 6 January 2010

XXII. Plática entre Santos

XXII.
Plática entre Santos


Una vez los niños entraron en la casita de adobe y paja, los cuatro hombres del Santuario comenzaron a descender la colina lentamente. La penumbra invadía poco a poco las colinas y los valles del Santuario, y cada vez les era más difícil seguir la ruta de piedra que se encontraban transitando. Uno de los cuatro hombres, aquel joven con una cinta escarlata en la frente, caminaba meditabundo con la mirada perdida en el oscuro horizonte.

-ALDEBARÁN: (Dirigiéndose al joven) ¿En qué piensas tanto, Heracles? No has pronunciado palabra desde que comenzamos a descender la colina.

-HERACLES: (Sin quitar la mirada del horizonte) Aun estoy pensando en los niños y en su llegada al Santuario. Han corrido con poca suerte, y la muerte de su compañero quizás sea un obstáculo para que puedan conseguir su objetivo de convertirse en Santos Atenienses.

-ALDEBARÁN: ¿Qué es correr con suerte, Heracles? Las dificultades y los obstáculos que se les presenten en el Santuario les permitirá convertirse en hombres formidables y quizás alguno de ellos llegue a obtener una armadura y se convierta en Santo de Atenea. Tú mismo cuando llegaste al Santuario siendo incluso más joven que estos niños tuviste que enfrentarte a situaciones realmente difíciles; y mírate, has regresado de Tyro convertido en uno de los más poderosos Santos Atenienses con solamente 15 años.

-HERACLES: Las condiciones de cada individuo son diferentes en este lugar. Yo nunca tuve un maestro de tan dudosa reputación como Apis de Musca. Si comparo mi entrenamiento con el de estos niños, fui afortunado.

-SHAM: (Introduciéndose en la conversación entre Aldebarán y Heracles) Aun no comprendo por qué un Santo como Apis fue asignado como tutor en el Santuario. Las decisiones del Patriarca han sido siempre un misterio para mí… (Luego de una pausa) Tampoco he podido entender por qué fui yo el elegido para ir a Pirene en busca de los niños. Alguien de menor rango lo hubiera podido hacer fácilmente.

ALDEBARÁN: A propósito de lo que comenta Sham, te contaremos un secreto, Heracles. Nadie en este lugar sabe que abandoné el Santuario e hice el recorrido hasta Pirene para acompañar a Sham y a Índika. Presentíamos que ocurriría algo fuera de lo normal en ese lugar, pero nunca pasó nada extraño.

-HERACLES: ¿Y estáis seguros que éstos fueron los niños que el Patriarca envió a buscar a Sham?

-ALDEBARÁN: No hay duda. No había otros que cumplieran si quiera la mitad de las condiciones para convertirse en aprendices de Santo. A pesar de que no están tan jóvenes, siento que tienen el potencial y nacieron bajo la estrella adecuada para convertirse en grandes guerreros al servicio de Atenea.

-SHAM: (Dirigiéndose a Heracles) Incluso Aldebarán dice que el rubio, Abel, ya ha despertado su cosmos sin instrucción alguna…

-ALDEBARÁN: Estoy seguro que ese niño es especial, pueden tomar mi palabra como hecho.

-HERACLES: El otro tampoco era alguien ordinario, aquel que iba a ser aprendiz tuyo, Sham. El fuego en su mirada es algo difícil de encontrar en el Santuario.

-SHAM: Hablas de Beler. Es una lástima que no quiera continuar conmigo, lo habría entrenado para convertirse en un gran arquero. Según Índika, Beler sintió que sus amigos estaban en peligro y acudió de inmediato en su ayuda. (Sonriendo) Creo que se convertirá en un Santo bondadoso como tú, Aldebarán.

-ALDEBARÁN: (Seriamente) Eso no es una cualidad que se aprecie mucho por estos días en el Santuario… (Luego de una pausa) Todos estos niños optan por una sola armadura de bronce, la de Pegaso. Supongo que su competencia ha sido reducida ahora que hay un niño menos gracias a Apis.

-HERACLES: ¿Y cómo se llamaba el chico que murió?

-ALDEBARÁN: Se llamaba Ganímedes, y era el hermano gemelo del grande; por eso Delíades está más afectado que los demás niños. Su corazón lleno de tristeza y sed de venganza contra Apis quizá no le permita concentrarse. Y eso que piensa que Ganímedes murió ahogado y no por un golpe que recibió en su cabeza.

-ÍNDIKA: (Interrumpiendo la conversación para opinar) Aquí en el Santuario sólo sobrevive el más fuerte, no sólo en sus golpes y resistencia, sino también mentalmente. Todos nosotros hemos abandonado a nuestras familias y cortado nuestros lazos afectivos para sobresalir en este lugar. Si el niño grandulón no es capaz de superar la muerte de su hermano, no será alguien digno de convertirse en Santo.

-ALDEBARÁN: Tú tampoco eres un Santo aun, así que aprende algo de humildad, Índika; aunque debo admitir que esta vez tienes razón. Pero ahora debo pedirte que te adelantes un poco, ya que debo hablar algo importante con Heracles y con tu maestro.

Índika entonces obedeció a Aldebarán, no sin antes lanzarle una sutil mirada rencorosa, la cual sólo percibió su maestro Sham. La noche de verano ya había invadido el Santuario por completo, y sólo se divisaban pequeñas luces de antorchas y fogatas a los lejos, provenientes de las residencias y fortalezas donde aun estaban despiertos algunos guardias y aprendices de Santo. Los tres hombres continuaron lentamente sus pasos y su conversación sumergidos en las luces y el ruido de las luciérnagas del Santuario.

-ALDEBARÁN: (Bajando el tono de voz) Debemos ser más cuidadosos que antes. Ya hay rumores en todo el Santuario de que hay espías infiltrados. Además, como decía Sham hace unos momentos, las decisiones y los actos del Patriarca son cada vez más impredecibles. Tiene su mente concentrada en la campaña de expansión en el Norte, aunque sepamos que en realidad va tras la armadura de Acuario.

-HERACLES: (Un poco molesto con la afirmación de Aldebarán) Eso no se sabe con seguridad, Aldebarán. Son sólo tus dudas. Aun creo que no hay razón para desconfiar de las decisiones del Patriarca, que al final son las mismas decisiones de Atenea. Incluso si no vemos claramente su objetivo, quizá lo que ocurra en el Norte sea por el bien de Grecia y la humanidad.

-ALDEBARÁN: (Dirigiéndose a Heracles) Sé cuánto respetas y admiras al Patriarca, y lo fiel que eres a los preceptos de Atenea y al Santuario. Pero las cosas cada vez están peor y no se puede tapar el sol con un dedo.

-SHAM: El Santuario se ha convertido en una fuerza expansionista que destruye pueblos enteros en nombre de Atenea sin razón aparente. La corrupción de este lugar es obvia para muchos de nosotros, Heracles…

-HERACLES: (Un poco exasperado) Atenea es también la diosa de la guerra, y nosotros somos sus Santos y debemos acatar sus órdenes, transmitidas mediante la figura del Patriarca. (Luego de una incómoda pausa en la que nadie musitó palabra) De todas formas así el Patriarca logre traer al Santuario la armadura de Acuario, quedarían faltando 3 armaduras para reunir las doce túnicas doradas. Las de Aries y Libra se encuentran en el lejano Oriente. Y la de Sagitario nadie sabe con exactitud dónde se encuentra.

-ALDEBARÁN: Si el Santo de Acuario es encontrado y abatido por los enviados del Patriarca y su armadura es devuelta al Santuario, será cuestión de tiempo para que las otras tres armaduras doradas caigan en poder del Patriarca.

-HERACLES: Pero he escuchado que Eriker de Acuario fue uno de los santos dorados más poderos que ha existido en el Santuario. Además, tiene a su mando el ejército de los Guerreros Azules del País de los Hielos. Durante mucho tiempo han resistido los ataques de Grecia, no veo por qué han de caer ahora.

-SHAM: La máquina de guerra del Santuario ha aumentado su paso, y mientras hablamos, dos Santos de oro se dirigen al Norte seguidos por 7 legiones de soldados griegos con un puñado Santos de Plata y Bronce a sus cabezas.

-ALDEBARÁN: Todas las vidas que se perderán y las ciudades que serán destruidas en la guerra del Patriarca esconden un significado más grande que simple expansión territorial. No esperaremos a que el triangulo rebelde se disuelva y las doce armaduras doradas estén reunidas en el Santuario para averiguarlo y lamentarnos por no haber actuado con anticipación. En nombre de Atenea y la mistad que tengo con vosotros, os juro que sólo deseo descubrir la verdad y luchar por el bienestar de los Santos Atenienses y todos los habitantes de Grecia. Y no descansaré hasta ver cumplido el objeto de mi deseo.

Cuando Aldebarán terminó sus palabras, los tres Santos se encontraron a pocos metros del camino que llevaba a la Casa de Aries. Allí, Sham se reunió con su discípulo Índika, quien le esperaba sentado sobre unas escalinatas de piedra, y ambos se alejaron del lugar. Por su lado, Aldebarán y Heracles tomaron el camino hacia los aposentos del Patriarca, pensando aun en las terribles guerras y las batallas que sus compañeros Santos estarían pronto librando en las lejanas tierras del Norte.

Aquella noche silenciosa de verano transcurrió en calma para la mayoría de los habitantes del Santuario, excepto para los cuatro niños que intentaban descansar en aquella casucha de adobe y paja. Los cuatro miraban al techo rústico, pensando en el futuro que les esperaba en el Santuario, y en Ganímedes, quien ya no compartiría el mismo destino. Sin darse cuenta, Abel y Kalós se quedaron dormidos pero continuaron soñando con el primer entrenamiento que habían recibido en el Santuario.

El sudor producto del calor de verano hizo que Delíades tuviera horribles pesadillas acuosas. Sentía que se ahogaba una vez más en una laguna pútrida como en la que su hermano había muerto. Pero allí estaba Berenice, aquella mujer pelirroja que ya antes lo había salvado, para tomarle la mano y calmarlo poco a poco. “Duerme hoy, pequeño hermano. Mañana te llevaré a visitar a tu hermano gemelo,” le susurraba Berenice a Delíades, mientras Beler observaba desde su lecho con los ojos entrecortados las hermosas facciones del rostro de la pelirroja, iluminada por la luz de la luna que se filtraba por las ventanas de la casa.

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